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domingo, 13 de enero de 2013

A un año de la tragedia del Costa Concordia

En la noche del 13 de enero de 2012, el Costa Concordia, un crucero de 290 metros de eslora que transportaba a más de 4.000 pasajeros, realizaba una maniobra imprudente cerca de la isla de Giglio, en Italia. La excesiva aproximación a la costa llevaba al barco a encallar, a sufrir varias vías de agua y a escorarse de forma inmediata y dramática.


Después de un año de la tragedia, todavía no se sabe exactamente lo que sucedió, aunque todo apunta a que la decisión errónea la tomó el capitán, Francesco Schettino, principal imputado en el proceso que trata de depurar responsabilidades sobre lo sucedido.

En todo caso, lo que aconteció aquella noche fue un cúmulo de torpezas, imprudencias y negligencias que venían de lejos y que sólo podían acabar mal. Y sobre las que aún se cierne la duda, toda vez que la caja negra del barco se averió cuatro días antes del accidente. A nadie se le ocurrió repararla.

Las primeras noticias llegaron en la madrugada del 13 al 14 de enero de 2012. En un primer informe, se hablaba de tres muertos y decenas de heridos en el accidente. Al tratarse de un barco de la compañía Costa Cruceros, pronto se supo que entre el pasaje -más de 4.000 personas- viajaban españoles y catalanes. Exteriores pronto informó que no tenía constancia de que hubiera víctimas españolas. Los primeros testimonios que llegaban a LaVanguardia.com hablaban de "momentos de mucha angustia". "Todo era muy caótico y desde que les han dado el chaleco salvavidas y les han comunicado que iban a ser evacuados han pasado más de dos horas", explicaba Manuel Guallar, hermano de uno de los pasajeros del Costa Concordia.

Según informó el portal de noticias LaVanguardia.com, menos de 24 horas después del accidente, los carabinieri detenía al capitán del barco Franceso Schettino. Mientras, las tareas de rescate proseguían y se conocía que un ciudadano español que viajaba en el barco se encontraba desaparecido. Y se iban conociendo detalles del accidente: el barco se acercó a Giglio para realizar una maniobra ritual de saludo, un guiño al pasaje que resultó un error capital. Tras el impacto, nadie pidió socorro hasta al cabo de una hora. Tuvieron que ser los pasajeros los que dieran el aviso de la emergencia.

En ese punto, hasta el propio presidente de Costa Cruceros acusaba a Schettino del naufragio. Dicha acusación se cargó de razón cuando el 17 de enero se conoció que, en contra de lo que él mismo defendía, el capitán fue de los primeros en abandonar el barco y engañó a los equipos de salvamento para hacer creer que seguía en el crucero. La conversación entre la Capitanía marítima y Schettino, que trascendió en las páginas de Corriere della Sera fue reveladora del nivel de negligencia que se alcanzó durante momentos clave: "¿Pero cómo que ha abandonado la nave? Vuelva inmediatamente a bordo, suba por la escalera de seguridad y coordine la evacuación. Debe decirnos cuánta gente hay todavía allí: niños, mujeres, pasajeros, el número exacto de cada categoría. Comandante, es una orden, ahora mando yo. Antes ha declarado que ha abandonado el barco, vuelva a la proa y coordine el rescate porque ya hay muertos". Schettino, aun así, se defendió: "Hice todo lo posible". La opinión de Jaume Ferrer, que viajaba en el Costa Concordia, era completamente diferente: "Tendrían que colgarle". Para entonces ya se sabía que había un español entre las víctimas: Jaume Gual, de 68 años, que padecía una discapacidad psíquica.


Con el paso de los días, los detalles de lo sucedido en las horas críticas convirtieron el drama en estrafalario. Schettino se paseó del brazo de una misteriosa mujer horas antes de la tragedia. Aparentemente, nadie consultó las cartas de navegación que hubieran advertido del peligro de una maniobra que se realizó, según se supo después, para homenajear al maitre del Costa Concordia. Entre las supervivientes estuvo la sobrina de un pasajero del Titanic.

Han pasado doce meses y se han presentado múltiples demandas, también en España. Schettino parece como responsable de la tragedia, pero los tribunales todavía no han dictado sentencia. Mientras tanto, el Costa Concordia se vuelve óxido en el punto final de su viaje, aunque las tareas para retirarlo del mar prosiguen. Aún así, el barco recibe visitas: el naufragio despertó un interés morboso.  Durante el verano existió una alta demanda para ver los restos del barco.

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